Los días anteriores a REYES – y sobre todo la
víspera – la tienda de mis abuelos permanecía abierta hasta pasadas las once de
la noche.
Había mucha animación ya que en la tienda – aunque
mayormente lo que se vendía eran ULTRAMARINOS -
también se vendían JUGUETES.
Por supuesto, yo por aquel entonces aún no
relacionaba la compra de juguetes de los mayores con los Reyes Magos, como
tampoco relacionaba a la cigüeña con el volumen de torso y caderas de las mujeres. ¡Inocente!
¡INOCENTE! … … …
Aquel año yo estaba más
preocupada que de costumbre.
Había cumplido los siete años y mi abuela solía
repetirme que ya empezaba a “ser mayor” para estar todo el tiempo jugando con muñecos.
Esto implícitamente significaba que los REYES MAGOS dejarían de traerme juguetes y ya sólo me
traerían “cosas prácticas” como calzado, ropa o libros.
Por otra parte, yo tenía un SUEÑO
que incluso a mí me parecía imposible.
Hacía poco tiempo que había aparecido en el
mercado una
MUÑECA que batía todas las
expectaciones - que una niña de aquél tiempo podía imaginar - acerca de una muñeca. ¡ Claro que era carísima !
En la escuela las niñas no hablaban de otra cosa
que no fuese la “MaRíquita Pérez”.
Yo las escuchaba en silencio y fantaseaba acerca
de “cómo podría ser” en la realidad semejante muñeca.
¡ Una muñeca
que abría y cerraba los ojos, lloraba, andaba y,
por si fuese
poco, decía “mamá y papá” !
Cosas
similares a esas hablaban de otra nueva muñeca que se llamaba “Cayetana”.
Yo no tenía muchas esperanzas de conseguir
semejante muñeca de los Reyes Magos pues - aún dentro
de mi inocencia - si me había percatado de que los
juguetes que los Reyes Magos traían a las niñas de “familias ricas” eran muchos
y más bonitos que los que traían a las niñas de familias con menos recursos
económicos.
* * * * * * * *
Mi familia era de un término medio. Yo no tenía
tantos juguetes como la hija del banquero o la del maestro pero sí tenía más
juguetes que las niñas que vivían en los arrabales - donde estaban las tenerías
- o en las granjas fuera del pueblo.
Por otra parte, yo tenía la gran suerte de que
tres de mis tíos vivían en Madrid y en cuyas casas los REYES MAGOS sí me dejaban los juguetes más impresionantes.
Asimismo, en verano cuando venían al pueblo a
veranear o a las fiestas patronales siempre me traían cuentos, juegos,
caramelos y pequeñas chocolatinas “Néstle”.
En esos momentos incluso las niñas ricas llegaban
a envidiar mi buena suerte.
* * * * * * * *
Yo por si acaso – y
como “la carta a los Reyes Magos” era algo tan
secreto que ni siquiera mi abuela se atrevería a fisgarla – aquel año pedí a Melchor,
Gaspar y Baltasar las siguientes cosas:
“una
muñeca” a poder ser la MaRíquita Pérez.
“un
cabás de madera” para reemplazar al viejo de cartón.
“un
plumier de 2 pisos” para que me cupiese el lapicero, pluma y pinturas ”Alpino”.
“cuentos
de hadas” y “una anguila de mazapán” con
plateados confetis de anís.
El
5 de Enero yo me sentía “como un flan”
Por una parte, no sabiendo todavía si los Reyes me
traerían alguna bonita muñeca.
Por otra parte, pensando en intentar “no dormirme”,
pues como cada año desde que tenía uso de razón, quería permanecer despierta
toda la noche para
poder VERLOS! …
A las 10 de la noche, después de cenar,
mi abuela y yo realizamos el RITUAL
de todos los años.
Mis zapatos más nuevos – perfectamente embetunados – eran colocados delante de las altas
cristaleras del balcón de mi dormitorio junto con tres copitas de anís y un platito con turrón y pastas para
reconfortar a los Reyes Magos en su largo recorrido de casa en casa.
Luego mi abuela me subió a la cama que previamente
había calentado con un ladrillo de teja sacado del horno y envuelto en una
funda de tela de lienzo y me dijo:
“A
DORMIR que sino los Reyes no te traerán nada”
Hice verdaderos esfuerzos para permanecer
despierta – ya que sería fabuloso poder ver a tan poderosos y vistosos
personajes – pero el dios MORFEO volvió a vencerme una vez más.
Así que – como todos los años – me quedé dormida
hasta el día siguiente cuando mi abuela zarandeándome me despertó para decirme:
¡ Vamos, Finita, que ya han llegado los Reyes!
Salté de la cama y corrí al balcón y … … ¡ sorpresa ! …
¡SORPRESA! … encima de
mis pequeños zapatos había una preciosa muñeca.
No era ni la “MaRíquita” ni la “Cayetana” pero sí
que era muy bonita y me miraba con una dulce sonrisa.
Se llamaba DELIA
y no era de cartón sino que era de “porcelana” y tenía pelo; abría y cerraba
los ojos y lloraba … ¡Que maravilla! … y
¡por si fuese poco! estaba vestida con un elegante abriguito rojo con botones
blancos, zapatos de charol negro y calcetines blancos – que al igual que su
“culotte” – habían sido hechos a “ganchillo”.
¡Qué mañosas
son las “Reinas Magas”! ¿no?
A su
lado, un pequeño armario de madera con “espejo de luna” y
dentro de él -colgados de pequeñas perchitas - había jerseys, faldas escocesas
y ropa de verano.
¡
Nunca había sido tan feliz como aquél 6 de Enero de 1954 !
HOY,
cuando los años han pasado - y ya no puedo creer en los Reyes Majos, las hadas madrinas
y los duendes protectores, ni en la
cigüeña que trae a los niños desde París - todavía
guardo en mi alma aquellos felices momentos e ilusiones qué aún hoy en día
logran que siga sintiéndome FELIZ y en
PAZ Profunda. ***
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