VISITA
PRIMAVERAL
a los duendes de La Peña de LARA
La primavera
había llegado hacía poco más de tres semanas.
Durante los crudos meses de invierno, CITEREA,
junto con su familia, había permanecido al cobijo dentro de su vivienda situada
al píe de la Antigua Fuente
que año tras año, desde hace muchos, regaba los viñedos y los campos de trigo
del valle enclavado a los píes de la majestuosa Peña
de Lara que - orgullosa de su pasado histórico - se erguía en medio de
los campos cuál fiero mástil de noble barco.
Muy atrás en el tiempo, el castillo de la Familia Lara, situado en la
cima, dominaba desde tan grandiosa atalaya toda la panorámica de las tierras
situadas a su alrededor.
Islotes
color carmesí - formados por miles de rojas amapolas - alegraban con sus
llamativos tonos el color dorado de las espigas de trigo.
En lo alto de una colina cercana, una vieja
ermita románica se alzaba cuál "extraña nave" que de un
momento a otro fuese a surcar las olas doradas de los campos de trigo a sus
píes.
Hasta hace pocos años, había estado bajo la
advocación de “Nuestra
Señora de las Viñas” pero la abuela de Citerea le había contado que a ella
- su propia abuela - le había referido que mil años atrás la construcción
original era un "NINFEO",
es decir, un lugar consagrado a las Ninfas, a la Naturaleza, al Sol y a la Luna.
Todavía perduraban restos
pétreos que confirmaban la antigua tradición.
Justo en el arco central de entrada al altar mayor podían verse dos
bajo-relieves en piedra.
En uno estaba tallada en letras la palabra "S-OL"
a ambos lados de una figura con un "halo
solar" alrededor de su cabeza.
En la otra piedra, se podía leer la palabra
"
LV-NA" tallada a ambos lados de una “figura
barbuda”.
En varias culturas del mundo - le había contado su abuela
materna - la LUNA está considerada una "divinidad
masculina" de ahí que a veces podía ser representada "con
barba".
En Peña Lara los meses de
invierno eran muy fríos.
El Viento Cierzo soplaba incansable y la nieve cubría los sufridos campos castellanos.
Rara era la noche que la “Dama Helada”
no hiciera su aparición.
Ningún ser viviente la había visto "cara
a cara".
Los más osados que lo intentaron, o aquellos que por
negligencia se habían casualmente encontrado con ella, habían pagado con su vida la experiencia.
¡Bella sí debía ser! no había más que ver
el iriscente brillo que dejaba sobre la tierra o los troncos helados pero su belleza era
letal; allí dónde ponía el píe o dirigía la mirada quedaba inerte.
Esto hacía que en el Valle de Lara las
actividades exteriores casi cesaban una vez pasadas las Fiestas del Solsticio de Invierno
que se celebraban alrededor del día 21 de Diciembre.
Celebraban el acontecimiento reuniéndose la
gente para compartir excelentes manjares y hacerse regalos para conmemorar el "Nacimiento
del Sol" que a
partir de esa fecha se mostraba por más horas en el cielo alargando diariamente
las horas diurnas.
Dado que la fecha del solsticio es la del
momento en que el sol pasa del signo zodiacal de Sagitario al de Capricornio
cuyo planeta regente es Saturno, los antiguos romanos honoraban a SATURNO - Padre de todos los dioses
- en unas alegres fiestas que se conocían como "Las Saturnales".
Pero aunque el sol empezaba a
"crecer", sus rayos eran todavía muy débiles y la mayoría de los días
no podía llegar a traspasar la gruesa cortina de nubes que le separaba
de la Tierra.
Seguía pues haciendo mucho frío en el
exterior y la gente permanecía ocupada en labores artesanales dentro de sus
propias casas esperando la llegada del Equinocio de PRIMAVERA, día del año - junto con
el correspondiente al Equinocio de Otoño - en que las horas "de día"
y "de noche" se igualan en duración.
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